El se llama Antonio Arellano, nacido en Trujillo y que como muchos de nosotros decidió dejar familia y amigos en Perú, todo para buscar un futuro mejor en Italia. Llego con la esposa y comenzó a trabajar en prueba en una fabrica donde notaron inmediatamente su capacidad y fue contratado formalmente. Unos años mas tarde decidió dar el gran paso y abrir muy cerca al Vaticano un pequeño negocio de reparación de zapatos. Muchos fueron los que no creyeron en su idea y no veían gran futuro en un minúsculo espacio y sobre todo en una calle pequeña y sin mayor importancia en Roma. Pero fue allí que comenzaron a venir los vecinos, en su mayoría gente anciana y algunos religiosos y monjas que encontraban rapidez en su trabajo a precios muy convenientes…fue así que un dia vino un religioso …se llamaba Padre Ratzinger, era uno que no hablaba |
mucho y como todos esperaba su turno, sentado en una pequeña silla mientras sus zapatos eran reparados, cortes y siempre atento a responder cuando se le hacia alguna pregunta, pagaba y agradecía cuando el trabajo estaba terminado. Hizo esto como muchos otros por varios años, hasta que un día fue elegido como la Autoridad Eclesiástica de la Iglesia Católica. Antonio y toda su familia se sintieron profundamente emocionados de saber que El Papa hasta hace poco venia a su humilde negocio a hacerse reparar los zapatos, pensaron que visto que ahora era una persona así de importante, obviamente no vendría mas…quizá en que Boutique comprarían sus nuevos zapatos...porque de repararlos era impensable. Pero fue un día como otro – el recuerda- llego un auto importante y salió un hombre muy elegante…era el asistente personal del Papa, que venia por mandato expreso de su Santidad a hacer reparar sus viejos zapatos. Antonio no podía creerlo, pasado unos minutos de nerviosismo, se puso con gran esmero a reparar y cambiar el taco de esos zapatos. Al finalizar, fue pagado y recibió una pequeña carta con el sello Vaticano, espero el momento apropiado para leer tan importante misiva, quizá la mas importante en su vida…era El Papa que le agradecía muy afectuosamente por su trabajo, que oraba por el y su familia y le deseaba tanta suerte en el futuro. Antonio y toda la familia estaban muy contentos, que gran honor en sus vidas. El no podía menos que devolver tal gesto, con algo que demostraría tanta devoción hacia la figura que representa y al mismo tiempo muestra de infinito afecto con algo diseñado con el corazón y hecho por sus manos en ese humilde local….era lo que mejor sabia hacer Antonio: unos mocasines. El color era de cereza oscuro, un cuero no muy fino pero si resistente y suave al tacto. Estos fueron donados al sumo Pontífice a través de su asistente y fueron usados por el Papa Benedicto XVI en numerosas ocasiones en que el representante de Dios en la Tierra hablaba a sus fieles y al mundo entero apoyado en cómodos y económicos zapatos fabricados con amor de un nuestro compatriota Peruano.
Espero que con esta historia, se sientan tan orgullosos como me sentí yo al saber de Antonio…un Peruano lejos de su patria, un extranjero, uno como nosotros.
Humildad y perseverancia nos pueden llevar a alcanzar grandes e inesperados logros personales.
Hugo Tapia Cuba
Espero que con esta historia, se sientan tan orgullosos como me sentí yo al saber de Antonio…un Peruano lejos de su patria, un extranjero, uno como nosotros.
Humildad y perseverancia nos pueden llevar a alcanzar grandes e inesperados logros personales.
Hugo Tapia Cuba